La pregunta que más me han planteado últimamente es si tengo miedo a quedarme sin trabajo como intérprete (aunque muchas de las cosas que voy a decir se pueden aplicar también a la traducción escrita) por el auge de la inteligencia artificial. La respuesta breve es «no». Pero déjame que te lo explique más en detalle.

Antes de nada, déjame hacer un apunte. Cuando hablamos de interpretación o traducción simultánea automática se trata más bien de un proceso triple: primero, transcripción del texto oral; luego traducción a la lengua de destino; y, finalmente, vuelta al lenguaje oral (así que mejor llamaremos a este proceso traducción automática del habla o Automated Speech Translation, AST, por su sigla en inglés). Esto implica todavía mucho tiempo. En una situación normal de conferencia, el hecho de que los oyentes tengan que esperar 90 segundos o más para empezar a escuchar la traducción puede provocar gran desconcierto.

El contexto es clave

A diferencia de las máquinas, para los seres humanos el contexto es primordial. Sabemos si estamos hablando de agricultura ecológica o de ginecología. Una cosa no tiene nada que ver con la otra y, por lo tanto, nos aseguraremos de no mezclar la terminología.

La velocidad no lo es todo

Es cierto que la inteligencia artificial puede ganar a las personas en velocidad, pero la interpretación es un proceso complejo. No se trata de vomitar palabras como un loro, sino de escuchar, procesar y verter en otra lengua el mensaje del orador para que sea comprensible para los oyentes. Y el mensaje está formado de palabras, por supuesto, pero también de gestos, de implícitos, de tonos de voz o de referencias culturales.

Un aprendizaje constante

Los intérpretes nos metemos en la piel de quien tenemos que interpretar. De ahí que nos llamemos intérpretes, igual que los actores. Y justamente por eso, estudiamos (mucho), y nos familiarizamos con el tema y el vocabulario. Toda esta parte invisible del iceberg está incluida en nuestra tarifa. Añadiría, como nota personal, que es una de las cosas que hace que nuestro trabajo sea maravilloso, ya que nos permite aprender sobre infinidad de temas y descubrir realidades completamente diversas.

 

Más allá del lenguaje

La AST tiene grandes dificultades si el discurso es disperso, si el orador no acaba las frases… Justamente porque no entiende, no puede rellenar lo que el orador deja en el aire. Los intérpretes humanos sí lo hacemos, completamos y acabamos frases.

Tampoco funciona nada bien para transmitir ambigüedades, sarcasmo, mensajes entre líneas, ni cuando hay varios interlocutores que dialogan

La AST tampoco funciona igual en todas las combinaciones lingüísticas. Depende absolutamente de cuánto la hayan «alimentado» en esa lengua. Así pues, en lenguas más minoritarias funcionará mucho peor. Por otro lado, si la lengua a la que traduce es más larga (por ejemplo, el español es de media un 25 % más largo que el inglés) sencillamente necesitará más tiempo. Esto alargará mucho la traducción. Los intérpretes hacemos una labor de análisis y síntesis, en caso necesario, para pasar el mensaje sin aumentar excesivamente el tiempo.

En cuanto a los aspectos más técnicos, estas tecnologías necesitan una banda ancha muy potente para funcionar bien. Hay que considerar si es factible que el wifi funcione bien incluso con 300 personas conectadas.

¿Y qué ocurre con la confidencialidad?

Y qué decir de la confidencialidad. Para los intérpretes y los traductores humanos la confidencialidad va de serie. Es una condición sine qua non de nuestra profesión. Además, podemos firmar documentos de confidencialidad con nuestra clientela. La IA es poco transparente en este respecto. Y ya se sabe, una vez que la información está en internet, es imposible saber para qué se va a usar y dónde va a acabar.

Así pues, es conveniente sopesar los pros y los contras de humanos y máquinas al organizar un evento con interpretación.

Para profundizar en el tema

Decision tree elaborado por AIIC.

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