¿Qué tienen en común el manual de una tostadora fabricada en Taiwán, una novela francesa y un contrato entre dos empresas de distintos países? Parece un chiste, pero no lo es… Todos ellos tienen en común la traducción.

La invisibilidad, condición indispensable de una buena traducción o interpretación

La traducción, como la interpretación, son quizá las únicas profesiones en el mundo en las que la calidad depende de nuestro grado de invisibilidad. Así es, cuando una persona no nota que un texto ha sido traducido porque su redacción fluye y la lengua suena natural, o cuando se sigue perfectamente una conferencia a pesar de no hablar la lengua de la ponente; cuando te ríes de un chiste explicado en alemán, aunque solo sepas decir «Kartoffel», es que estamos haciendo bien nuestro trabajo.

Los intérpretes únicamente salimos en las noticias cuando se nos critica por el trabajo (mal) hecho. Críticas al intérprete de tal o tal entrenador de fútbol en una rueda de prensa o, más recientemente, a las distintas intérpretes de Zelensky en los diversos parlamentos nacionales (no solo en el español, sino que también llegaron a nuestros oídos críticas de la interpretación al japonés).

La clave reside en la formación y la preparación

Por supuesto, no estamos aquí para echar más leña al fuego, pero lo que sí que podemos decir a ciencia cierta, es que la calidad de una interpretación depende en gran medida de la preparación del o de la profesional que la llevará a cabo. Los años de preparación y experiencia, el conocimiento en profundidad del tema, la cultura y las lenguas de trabajo, el hecho de haber recibido documentación similar con antelación o, idealmente, el discurso, son imprescindibles para garantizar un servicio de calidad óptima.

La ética y el secreto profesional, otra piedra angular

Las traductoras e intérpretes debemos tener también una ética del trabajo irreprochable, saber qué podemos asumir y qué podemos aceptar porque es nuestro tema de especialización o porque estamos altamente capacitadas en esa combinación de idiomas. Debemos, por ende, guardar el secreto profesional, no ir clamando a los cuatro vientos lo que se ha discutido en una reunión privada o lo que se ha acordado en un contrato mercantil. Aunque a veces esto choque con el «autobombo» al que nos obligan las redes, es importante no violar la confianza de nuestra clientela.

Así pues, en este artículo queremos rendir homenaje a nuestra profesión, a la profesión de aquellas personas invisibles que nos abren al mundo, que nos permiten acercarnos a culturas lejanas, a tender puentes y entender el mundo sin obstáculos. La próxima vez que disfrutes de una novela o sigas sin problemas un debate internacional, piensa en la gran labor de los y las profesionales invisibles que lo hacen posible.

Para profundizar en el tema:

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