¿Te has percatado de que se suele mencionar a los traductores e intérpretes únicamente para criticar su trabajo? Solemos estar en boca de la gente cuando se producen gazapos. Es lo que suele ocurrir cuando la persona a quién se ha encargado el servicio no cuenta con la formación adecuada o no está lo suficientemente bien preparada. La invisibilidad forma parte intrínseca de nuestro trabajo. Si la traducción pasa desapercibida, es que somos buenas profesionales.

Los tres ejes de una buena traducción: conocimientos, comprensión y dominio de la lengua

Nuestra pericia radica en un buen conocimiento del tema a traducir, una excelente comprensión de la lengua de la que traducimos y un dominio absoluto de nuestra lengua materna para expresarnos con soltura y naturalidad. Son los tres ejes que articulan nuestra profesión y si uno falla, el engranaje deja de funcionar.

Pero curiosamente, solo solemos detectar una traducción cuando es mediocre o pésima. Siempre me río al recordar el caso de una serie policíaca francesa, en que en la imagen se veía a una pareja besándose y en los subtítulos decían que se abrazaban (los franceses son más de besos que de abrazos, ¡pero esto es otra historia!). Si nos cuesta entender el texto que leemos, hay muchos números de que esté mal redactado. Y si es una traducción, se incrementan las probabilidades de que no esté bien hecha.

¿Qué factores influyen en la calidad de una traducción?

La redacción

Demasiado a menudo tenemos que lidiar con textos mal redactados, poco claros, repetitivos e incluso confusos. Para traducir, escudriñamos los textos, los analizamos al detalle para detectar cualquier ambigüedad. Por eso, ante la mínima duda, formulamos preguntas. Nuestro objetivo es transmitir de forma clara tu mensaje al idioma de llegada.

Ahora bien, no debemos olvidar que la traducción debe reflejar fielmente el tono del texto original y, aunque hay margen de mejora, no podemos actuar libremente, ni eliminar contenido o añadir texto que no figura en el original. ¿Cómo se quedaría un cliente al ver que han eliminado o modificado la cláusula de un contrato en la traducción? ¿O si obviamos información al traducir el prospecto de un medicamento?

En ámbitos creativos, como el marketing o la publicidad, sí puede recurrirse a la traducción creativa o «transcreación». Aquí apelamos a las sensaciones y buscamos establecer un vínculo emocional con el público, por lo que es necesario un buen conocimiento de la cultura del país para adaptar los contenidos. Este sería el caso de la adaptación de una campaña publicitaria, por ejemplo. Siempre es necesario especificarlo al hacer el encargo.

El tiempo

Nuestro oficio tampoco se salva de las prisas que imperan en nuestra sociedad. Es muy habitual que nos pidan traducciones «de hoy para ayer». A veces las urgencias son reales, porque hay un plazo ineludible que cumplir, como en el caso de las licitaciones; pero en otros casos, se deben a una mala planificación o la costumbre de quererlo todo «para ya». Una buena traducción, como un buen pan hecho en un horno de leña, necesita su tiempo de reposo.

En algunas ocasiones, somos capaces de ajustar plazos y trabajar a destajo para que recibas tu traducción a tiempo. Pero hay que andarse con pies de plomo; las urgencias no se pueden aplicar a cualquier proyecto. Las prisas nunca son buenas. El riesgo de cometer errores, de malinterpretar una frase o de dejarse contenido por el camino aumenta exponencialmente. A veces hay que prescindir de la corrección, un paso que consideramos esencial, porque cuatro ojos ven mejor que dos. Siempre.

La falta de conocimiento

Nuestra profesión requiere un aprendizaje continuo. Para cada proyecto de traducción nos documentamos a fondo.

Aunque somos curiosas por naturaleza, nos acabamos especializando en determinados campos. A lo largo de los años, ganamos en confianza y podemos trabajar más rápido. No tenemos que buscar constantemente un determinado término porque ya conocemos su equivalente en nuestro idioma. Y sabemos a ciencia cierta qué fuentes son fiables para buscar y dar con la terminología adecuada.

El (ab)uso de la traducción automática

Los motores de traducción automática han mejorado mucho con los años, y más desde que recurren a redes neuronales para alimentarse. Pero la traducción automática no es la panacea: no sirve para todo. Estos motores no discriminan, absorben todo lo que corre por Internet, esté bien o mal escrito, no contrastan las fuentes.

Otro aspecto que debemos tener en cuenta es la protección de datos. Imagínate que los datos sensibles o confidenciales de tu negocio pasen a engordar estos motores de búsqueda. ¿Realmente te compensa el ahorro? ¿No es preferible contar con una traducción hecha por una persona de carne y hueso que respetará la confidencialidad?

Ante todo, sinceridad y transparencia

Te aconsejamos para dar con la solución que se adapta mejor a tus necesidades. Somos sinceras y valoraremos si es posible o no llevar a cabo la traducción en el plazo solicitado, si es factible y recomendable recurrir a la traducción automática. Y si no lo vemos claro, preferimos decirte que no a arriesgarnos a hacer un mal trabajo y no poder entregarte una traducción con garantías. Es una cuestión de ética profesional.

Nuestra meta y nuestro objetivo es entregarte una traducción que suene natural, como si se hubiese escrito directamente en nuestra lengua. Sonar natural, fundirnos, desaparecer tras las palabras. Cuando la lectura es fluida y nos volvemos invisibles, significa que lo hemos conseguido.

 

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