Cada año, el español se enriquece con neologismos y nuevas expresiones de las diferentes variantes del idioma, así como con préstamos de otras lenguas, que nos ayudan a describir mejor la realidad que nos rodea y explicar nuevas nociones.

En campos donde la innovación está a la orden del día, como pueden ser la tecnología y la medicina, es habitual que el colectivo de profesionales de la traducción y la interpretación participemos activamente en la integración de voces extranjeras a nuestra lengua, buscando el término que mejor se adecúa a ese nuevo concepto o esa nueva realidad.

De la imaginación… a la creación de nuevas palabras

Existen varias técnicas para crear nuevas variantes y poder denominar así nuevas realidades.

La creación de neologismos es quizá la más evidente. Podría ser el caso del artículo personal «elle», que se utiliza para hacer referencia a las personas no binarias. En Francia, por ejemplo, se generó un gran revuelo cuando la editorial Le Robert Éditions añadió el artículo personal iel, ielle a su diccionario.

A veces también recurrimos a los préstamos y adoptamos palabras originarias de otros idiomas. Algunos los reconocemos claramente por su grafía o porque nos remiten directamente a la cultura de origen (como hygge y sushi, por ejemplo). Pero otros vocablos han pasado por un proceso de adaptación y no siempre es fácil reconocer su origen. Sería el caso de «aceite», que proviene del árabe hispánico azzáyt.

Asimismo, podemos generar nuevos términos uniendo dos o más palabras. En este caso, crearíamos un acrónimo. ¿Sabías que «informática» es un acrónimo? Lo tenemos tan interiorizado que quizá no has caído en que esta palabra es la unión de información y automática. Las siglas que pronunciamos como una palabra, como ovni y radar, también se consideran acrónimos.

Otro recurso, que asociamos al entretenimiento, es la creación de anagramas. Para crear un anagrama alternamos el orden de las letras de una palabra existente y dar lugar así a una palabra distinta. Es el caso, por ejemplo, de «altisonancia» y «nacionalista».

Del uso… a la norma

Los hablantes vamos un paso por delante de las academias de la lengua y adoptamos nuevas palabras día a día, para describir mejor nuestra realidad y los nuevos conceptos e ideas que nos rodean.

En España, concursos como La palabra del año, organizado por la Fundación del Español Urgente, dan parte de ello. La primera palabra del año de este peculiar concurso fue «escrache», en 2013, a la que siguieron «selfi» (2014), «refugiado» (2015), «populismo» (2016), «aporofobia» (2017), «microplástico» (2018), los «emojis» (2019) y «confinamiento» (2020). En 2021, la ganadora ha sido «vacuna».

Posteriormente, la Real Academia de la Lengua se encarga de normalizar los nuevos términos que se incorporan cada año al Diccionario de la Lengua Española (DRAE). Así pues, la última actualización del DRAE cuenta con más de 2557 novedades, tanto enmiendas como adiciones.

 

No está de más recordar que un término puede ser perfectamente correcto sin ser normativo, es decir que no se haya incluido en el diccionario normativo, el DRAE. Por ello, es importante que traductoras, intérpretes y correctoras sigamos la actualidad general y específica de nuestros campos de especialización para conocer las nuevas voces que se incorporan a nuestras lenguas de trabajo y contribuir a su integración en nuestro idioma.

Para profundizar en el tema:

Recursos de la Real Academia Española:

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